La voz de un chico kurdo narra las desventuras tras el comienzo de la guerra en Siria

Basel, refugiado de Afrin (Siria), en el campo de refugiados de Skaramagas (Grecia)/ Diego Herrera

En el campo de refugiados de Skaramagas (Grecia) encontramos a Basel, un joven de 23 años nacido en Afrin, ciudad del Kurdistán sirio, que abandonó su país en 2017, cuando la guerra llegó a su ciudad, dejando atrás a su familia en busca de una seguridad y una vida digna que no encontraba en su hogar.

Una de tantas historias que se esconden tras las verjas de un campo de refugiados. Un relato humano de quien se ha visto despojado de una vida digna y de quien ha sufrido en sus carnes la crueldad de una guerra como la Siria, que parece no tener fin…

Pregunta. ¿Cómo era tu vida en Afrin y que pasó cuando estalló la guerra de Siria en 2012?

Respuesta. Estudié hasta el grado 8 de la educación básica (sistema educativo kurdo) en la escuela Ibrahim Hanano mientras los veranos trabajaba como herrero. A los 15 años, debido a mi situación familiar y que me costaba estudiar decidí dejar los estudios y comencé a trabajar de continuo como herrero. Cuando comenzó la guerra en 2012 mi ciudad, Afrin (Kurdistán-Siria),no tuvo gran relevancia en la contienda bélica asique mi vida no corrió peligro hasta que en 2017 lo invadió el ejército de Turquía, fue entonces cuando tuve que huír.

P.¿Cómo fue el trayecto hasta tu llegada a Lesbos y que coste económico te supuso?

R. Primeramente para pasar de Siria a Turquía tuve que pagar 150€ (actualmente cuesta unos 2000€) a las mafias y tarde tres meses en cruzar a la isla griega de Lesbos, ocultandome en una casa con otros miembros de mi familia para que las autoridades turcas no me cogieran, ya que en Turquía los kurdos estamos muy perseguidos. Pague a la mafia  550€ por ese segundo viaje a Lesbos (Grecia), esta vez en un bote en el que íbamos 60 hombres y mujeres y 12 niños. En este corto viaje de 10km pasé mucho miedo, el mar estaba embravecido y había olas de aproximadamente 5 metros. En mi cabeza sólo existían dos opciones morir o vivir. Cuando llegue a Lesbos, me encontré un lugar que no esperaba, una situación inhumana en el campo de refugiados de Moria.

Basel, prepara un té al lado de su tienda en el campo de refugiados de Moria (Lesbos – Grecia) / Diego Herrera

P.¿Dónde está tu familia y cómo vive?

R. Mi madre y mi hermano pequeño están en un campo de refugiados entre Aleppo y Afrin, las condiciones de vida allí también son malas, el campo se ha inundado varias veces. Tenemos dos casas en Afrin pero es muy duro no poder volver a vivir allí porque nuestra ciudad, Afrin, está ocupada por Turquía y todos los días hay violencia. También tengo una hermana que vive en Turquía.

Mi hermano combatía al Estado Islámico y la invasión turca, en las YPG, las milicias populares de protección del Kurdistán y este año murió en un accidente de tráfico. El ejército de Turquía lo causó cuando atacó las áreas del este de Siria.

Mi padre murió cuando Turquía atacó Afrin, él dijo que no abandonaría su casa. Cuando Turquía ocupó el área en el que teníamos la casa, colocó minas alrededor del pueblo y por desgracia mi padre murió cuando una de esas minas se topó en su camino un día en el que iba a hacer la compra…

P. ¿Cuánto tiempo llevas viviendo en campos de refugiados y qué situaciones te has encontrado?

R. Llevo viviendo en campos de refugiados desde hace 2 años y 1 mes. Ahora estoy en el campamento de Skaramagas, la situación aquí no es mala, pero mi visa de residencia en Grecia después de todo este tiempo sigue estando muy lejos de obtenerla.

Previamente estuve en el campamento de Moria en la isla de Lesbos (Grecia). Estuve allí durante un año y cuatro meses hasta que conseguí que me trasladarán a Atenas. La vida en el campo de Moria era nefasta, vivía en una carpa, la comida era muy mala, apenas teníamos electricidad, pasábamos frío, no tenía agua caliente para la ducha, incluso nos duchamos en la calle, tampoco había inodoro… Aunque tenía la compañía de mis amigos Mohamed y Abdo también kurdos de Siria y mi gato Nerquez, un gato callejero que adopté.

En Skaramagas ahora tengo un compañero de habitación en un contenedor Isobox similar a una caseta de obra y estoy algo mejor pero sigue habiendo deficiencias y sigo alimentándome mal.

A toda esta situación se une que en estos campos de refugiados no hay seguridad, hay problemas entre refugiados y la policía no hace nada. En una ocasión a mi me robaron el móvil a punta de navaja.

La asistencia médica es muy pobre, me enfermé dos veces y el medico no me dio nada para aliviar el dolor sólo me dijo que bebiera mucho agua.

Basel con sus amigos Abdo y Mohammed en su tienda en el campo de refugiados de Moria (Lesbos – Grecia) / Diego Herrera

P. ¿Qué haces en tu día a día?

R. Cuando estaba en Lesbos dormía muchas horas y me entretenía con el móvil, ahora que estoy cerca de Atenas voy a trabajar en una empresa de costura para recolectar dinero y así poder irme a otro país.

Trabajo de 8:00 AM a 7 PM y me pagan a 2 euros/hora, no está mal.

P. ¿Qué tal con la población local?

R. No he tenido ningún problema con ellos, no interfieren en nuestro día a día.

P. ¿Qué piensas de tu futuro?¿Dónde quieres llegar y que quieres hacer ?

R. Si continúo aquí no tengo futuro, pero si voy a otro país, trabajaré y ayudaré a mi familia. Soy un ser humano, tengo sueños.

P. ¿Cuál es la solución a lo que vivís los refugiados? ¿Qué les dirías a aquellas personas que no quieren inmigrantes en su país?

R. Europa afirma tener humanidad ¿es esta su humanidad?

No quiero ni dinero ni incluso una vivienda. Solo quiero una residencia para poder trabajar, ayudar a mi familia y tener un futuro digno. Si Grecia no puede asegurar unas condiciones de vida dignas para los refugiados, ¿por qué no dejarlos ir o enviarlos a otro país? Si otros países tampoco nos quieren, ¿por qué no van a dormir a mi país, Siria? Realmente es difícil ser una persona no bienvenida en otro lugar del mundo. Cuando termine la guerra en nuestro país, volveremos. No queremos quedarnos en un país que no es el nuestro. Hoy vivo en un campo de refugiados, no sé qué será de mí, no sé qué me deparará el futuro solo sé que soy un ser humano, tengo sueños, tengo metas y tengo derecho a vivir dignamente.

Basel acaricia a su gato Nerquez / Diego Herrera