Entre los campos de refugiados que podemos encontrar en Grecia, existe uno que llama curiosamente la atención, es el de Lavrio, un pueblo al sur de Grecia. En el encontramos a esas gentes del Kurdistán, esa nación no reconocida que alberga a una población con una gran conciencia social dentro del mundo árabe. Un pueblo castigado por todos los flancos y que pese a ello sigue en pie.

Una familia conversa desde una de las terrazas del campo de refugiados de Lavrio/ Diego Herrera

La población kurda se encuentra en situaciones insostenibles en sus lugares de origen a consecuencia de las persecuciones políticas o por la guerra que continúa en Siria desde el año 2012 y por ello un gran porcentaje de sus habitantes decidió huir de su tierra en busca de un hogar digno. Tras cruzar la frontera turca y alcanzar Grecia a través de un trozo de mar que ha sesgado muchas vidas, alcanzan Lavrio, un pueblo donde los refugiados kurdos han construido su propio campamento. Este lugar, un viejo colegio,ha sido adaptado para convertirlo a algo parecido a un hogar. La característica principal de este campo es que únicamente acoge a población kurda y está gestionado por el PKK (Partido de los Trabajadores de Kurdistán), cuyos simpatizantes/militantes están perseguidos por el gobierno turco.

En el viejo edificio nada más entrar nos encontramos una especie de bar que yo denominaría más correctamente, centro social, donde se juntan habitualmente para conversar, mientras toman un té o simplemente para ver la tele o jugar al ajedrez o las damas. El lugar es amplio, luminoso y unido a la hospitalidad de los que lo habitúan le da un toque encantador y hace que parezca que no estás en un campo de refugiados, sin duda es lo más parecido a un hogar que he visto dentro de los campos de refugiados.

Varios refugiados kurdos juegan a la damas y conversan en el Centro Social/Diego Herrera

Sin embargo no es todo tan bueno, el edificio no se encuentra en muy buenas condiciones, hay goteras, las habitaciones son pequeñas para albergar a tantas personas y el agua corriente y sus respectivos desagües no están en buenas condiciones.

Los niños son parte de esta población refugiada y los más vulnerables, lo que allí viven los marcará de por vida. Estos niños tienen reservada un aula para que puedan recibir una educación que les permita, al menos, no perder el hilo del resto de niños del mundo, aunque eso es muy difícil, ya que no siempre pueden acceder a un profesor…

Una anciana kurda entra en la habitación que comparte con sus dos hijos después de lavar la ropa (Lavrio, Grecia)/Diego Herrera

Aquí encontramos una gran hospitalidad, desde el primer contacto todo han sido facilidades para el periodista, algo inusual en los campos de refugiados del gobierno griego.

Entre esta gran comunidad y familia kurda encuentro a Ahmoud (nombre ficticio), combatiente de las YPG -milicias kurdas por la liberación del Kurdistán- en Kobane (Siria) y refugiado kurdo en Lavrio (Grecia). Este joven participó en la Batalla de Kobane, contienda que se desarrolló entre los años 2014-2015 en Siria y que enfrentó a los kurdos de las YPG/YPJ -junto con otros países y grupos armados- al temido Estado Islámico.

Él es un refugiado kurdo de 33 años que tiene mujer y dos hijos viviendo en el Kurdistán turco, emigró hacia Europa huyendo del gobierno turco, para encontrar una vida mejor para él y su familia.

Ahmoud, refugiado y excombatiente en Kobane, observa varios cuadros de referentes del PKK y el Kurdistán/Diego Herrera

Ahmoud vivía en el Kurdistán turco en 2014 cuando comenzó la Batalla de Kobane, -ciudad al norte de Siria y perteneciente al Kurdistán sirio- una batalla esencial contra el Estado Islámico y para la que el PKK solicitó ayuda a la población kurda con el objetivo de que se unieran a las filas de las YPG/YPJ y combatir así la barbarie yihadista.

Sin pensarlo y movido por sus convicciones viajó con un amigo desde Turquía para combatir durante 4 meses con las YPG al Estado Islámico en Kobane.

En primera línea de batalla estuvo durante varios meses junto con algunos amigos que se unieron a la llamada del PKK, varios de los cuales fallecieron. En sus días como miliciano kurdo vio a sólo unos metros de su rostro a los sangrientos combatientes del Estado Islámico a los que afirma haber oído hablar, a la mayoría de ellos, en lengua turca. Ahmoud reconoció que la mayoría de los combatientes del Estado Islámico en Kobane eran turcos, “en una ocasión abordamos un coche que venía de Turquía y descubrimos que sus pasajeros iban a unirse al Estado Islámico”.

En el campo de batalla las YPG/YPJ luchaban en grupos de 5 o 6 milicianos kurdos, de las cuales 3 o 4 eran mujeres, estas formaban las YPJ, que eran quienes lideraban el grupo y “las más luchadoras” afirmó Ahmoud. De hecho para el Estado Islámico ser capturado o asesinado por una mujer es humillante.

En los largos combates en los que participó vio las auténticas atrocidades que cometía el Estado Islámico. En una ocasión observó con espanto 250 civiles asesinados en las calles, entre los que había niños y mujeres. El peor escenario que se encontró y que resulta imborrable de la mente de Ahmoud es la imagen de cuatro niños con el cuello cortado… su rostro de tristeza y su gesto cabizbajo cuando me lo cuenta describe todo aquello que vivió.

Durante esos duros cuatro meses Ahmoud reconoce no saber un número aproximado de bajas yihadistas que pudo causar, “en una situación de combate como esas es difícil asegurar una cifra” afirmó el miliciano kurdo. Sin embargo sí que asegura que su grupo de combate -estima- rondó las 10-15 bajas yihadistas.

En esta batalla el apoyo internacional estuvo protagonizado por aviones estadounidenses y franceses que bombardearon desde el aire posiciones del Estado Islámico en Kobane “aunque los estadounidenses dieron menos apoyo” destacó Ahmoud.

Tras vencer al Estado Islámico en una dura, histórica y trascendental batalla en Kobane y salvar la vida, algo difícil en una guerra tan atroz como la vivida en Siria, volvió con su familia a Turquía.

Sin embargo en Turquía los kurdos no son bienvenidos y  el gobierno turco encabezado por Erdogan, comenzó a perseguir a todos los que fueron a combatir con las YPJ/YPG, considerados grupos terroristas por muchos países, incluido Turquía; y a aquellas personas simpatizantes del PKK, partido ilegalizado por el gobierno turco.

A consecuencia de ese miedo a la situación que tenía que soportar en Turquía no le quedó otra opción que huir a Grecia hace unos meses. Desde su huida de Turquía reside en el campo de refugiados de Lavrio, donde su historia vital continua pero esta vez detenida en las puertas de Europa y con otra dura batalla a la que enfrentarse, las fronteras.

Galeria campo de refugiados de Lavrio (Grecia)