En el largo viaje vital que afrontamos al nacer nos encontramos día tras día con obstáculos que hacen más difícil nuestro camino, sin embargo los impedimentos no son igual para todos, nos enfrentamos a diversos problemas sociales, económicos, psicológicos, etc. A esos problemas habituales de la sociedad hay que añadir los que viven las personas que se enfrentan a discapacidades físicas que hacen que los problemas anteriormente mencionados, sean de una relevancia ínfima… Es el caso de Roberto, un hombre con discapacidad visual -ceguera total- nacido en Burgos (España) hace 45 años.
Según datos de la Organización Mundial de la Salud de 2014, en el mundo hay 39 millones de personas con ceguera de los cuales se estima que el 80% se podía haber evitado. En España existen un total de 979.200 personas con algún tipo de discapacidad visual, de las cuales unas 70.000 son ciegas.
Roberto disfrutaba de una vida normal, se casó, se fue a vivir a Madrid, tuvo un hijo -que actualmente tiene 11 años-, conducía, tenía un trabajo… pero en el año 2008 de forma repentina comenzaron a aparecerle unos pequeños nubarrones en los ojos. Lo que pareció algo anecdótico se fue convirtiendo en algo habitual hasta el punto de casi tener un accidente de tráfico grave a causa de esos problemas de visión, “un día iba conduciendo por la M-40 y me empezó a aparecer como una niebla en la vista y tuve que parar en el arcén” afirma Roberto. Fue entonces cuando decidió acudir al médico y aquel diagnóstico provocó un vuelco en su vida, se trataba de glaucoma, una enfermedad degenerativa que le fue mermando poco a poco hasta no ver nada “conservo un poco de luz, pero es como si viera una niebla exageradamente espesa y cerrada” asegura Roberto.
Esta enfermedad daña el nervio óptico del ojo. El sistema de drenaje del ojo se tapa y el fluido intraocular no puede drenar. El glaucoma no suele presentar síntomas, por ello se le denomina «ladrón silencioso de la visión». Roberto además sufre fotofobia -intolerancia alta ante la luz-.
Desde el momento de ese fatídico diagnóstico a Roberto le asaltaron las dudas “siempre había estudiado, tenía trabajo… y de repente no sabes lo que va a pasar con tu vida, si vas a tener pensión, cómo te vas a mover en esa situación…” afirma. Sin embargo lo tuvo claro, la opción fácil era quedarse en casa, pero la fuerza de voluntad de Roberto brota cada vez que hablas con él y en vez de resignarse comenzó a prepararse para esa nueva vida que le iba tocar afrontar.
Al ser una enfermedad progresiva tuvo un margen de tiempo para adaptarse a lo que le iba a suceder y decidió ponerse a estudiar todo aquello que iba necesitar para cuando no viera nada. Aprendió braille aunque confiesa “al no practicarlo me cuesta leer con soltura”. Además comenzó a prestar más atención a lo que sucedía a su alrededor mediante el oído para orientarse “no es que tenga mejor oído sino que estoy mucho más atento” asegura. Un sentido que antes era complementario ha pasado a ser su sentido principal, del oír, al escuchar.
Uno de los momentos más traumáticos para él fue usar el bastón el primer día “se te viene el mundo encima, es reconocer que ya no ves, hay mucha gente que lo pasa muy mal”afirma.
En este viaje incierto y oscuro no todo es traumático, le acompaña su fiel amigo y trabajador, Stellar. Este perro guía de 6 años da luz a su vida y es su timón cada vez que sale de su casa y se encuentra en un mar de gente y obstáculos.
La ONCE (Organización Nacional de Ciegos Españoles) tiene una escuela de perros guía en Boadilla del Monte. Existen tantas personas invidentes que esta organización no da a basto para enseñar a tantos perros y desde hace muchos años tiene un convenio con el “Club de los Leones”, una organización de servicio humanitario surgida en EEUU en 1917. Su finalidad es ayudar a las personas a nivel local y mundial. Esta organización prestó gran atención desde sus comienzos a la ceguera y las causas que la producen y es por ello que en 1939 creó la Escuela de Perros Guía en Rochester, Michigan (EEUU).
Roberto tuvo que cruzar el océano para conocer al que hoy en día es su mejor compañero, Stellar. Este perro de raza Labrador Retriever procede de la Escuela de Michigan (EEUU) donde Roberto recibió la formación necesaria para su movilidad mediante un perro guía junto con otros compañeros. La estancia allí fue algo dura “fuimos en enero y hacía mucho frío, además de nieve, al perro le daban unos patucos para que no se quemara las patas” asegura.
El procedimiento para obtener un perro guía es bastante largo y el primer paso es solicitarlo. Tras la solicitud realizan un estudio exhaustivo al usuario del perro guía, análisis de salud, examen psicológico, de movilidad, orientación, manejo del bastón… “Desde el momento en que te quedas ciego tienes que esperar un largo periodo de tiempo desde que solicitas el perro guía hasta que te lo conceden” afirma Roberto.
Ser una persona ciega nos puede parecer dramático sin embargo Roberto siempre saca una sonrisa de las situaciones a las que se enfrenta y establece metas que le hacen llevar una vida normal y placentera.
La vida de Roberto es la de una persona prácticamente autónoma. Aunque si que es cierto que su familia le echa un cable con las tareas domésticas, él suele encargarse de las tareas culinarias la mayor parte de la semana, exceptuando los días que va a comer con la familia.
En la ONCE le proporcionaron unas nociones básicas para cocinar, por ejemplo suele usar unos guantes de silicona que utiliza para cocinar unos filetes y poder darlos la vuelta sin quemarse. Sacar al punto justo los filetes es una tarea complicada para él “a veces me salen como una suela de zapato y no echo muchos a la sartén porque sino no sé a cuál he dado la vuelta” me confiesa Roberto con una sonrisa. Seguro que Stellar no le pone ninguna pega, se los comería encantado.
Un ejemplo de esa motivación por superarse es que hace dos años decidió empezar a estudiar Derecho. El proceso no fue fácil, al comienzo tuvo un mal asesoramiento y tras dos años consiguió apuntarse a la UNED. Se matriculó en dos asignaturas de Derecho y solicitó un plan de estudios en la ONCE, que le concedieron. Su forma de estudio es mediante audiolibros, una dificultad añadida, ya que él siempre había estado acostumbrado a leer, poder tomar notas, subrayar…
Siempre ha sido una persona inquieta y recuerda cómo desde pequeño siempre ha estado vinculado al deporte jugando al fútbol, baloncesto, balonmano… y esa afición la ha mantenido hasta el día de hoy.
Los famosos versos de Antonio Machado “Caminante no hay camino, se hace camino al andar…” Roberto los ha tomado literalmente y así se han convertido en su disciplina y ética de vida y vaya que si los ha cumplido… El aprendizaje para esa nueva vida que le ha tocado vivir es sin duda un camino arduo pero no suficiente para Roberto, él ha añadido otro reto, caminar todos los días 26 km junto a su gran compañero de cuatro patas, Stellar.
Día tras día Roberto acude a su paseo matutino y vespertino sin falta, en 2019 superó los 10.000 km y cada año quiere sumar unos kilómetros más. No cabe duda que Burgos es una ciudad para pasear -pese al frío- y él aprovecha esos grandes parajes verdes que se introducen dentro de la ciudad de Burgos, el Espolón, La Quinta y Fuentes Blancas como su punto final del recorrido.
Mientras hago este reportaje le acompaño en varios de esos paseos y Stellar, como buen perro guía, me vigila de cerca para que yo tampoco me pierda. Recorremos esos espacios en los que los árboles y la tranquilidad nos rodean y Roberto me cuenta pequeñas anécdotas de su vida con una sonrisa y con gran humor. Recuerda la situación que vivió un día en una de sus caminatas cuando un padre y su hija lo vieron y el padre le comentó a su hija, “no ves, ese señor no ve” a lo que la niña, respondió “pero si lleva gafas”, la inocencia de los niños hizo que Roberto continuara su paseo con una sonrisa.
La sociedad en general desconoce los impedimentos que una persona ciega se puede encontrar, no nos ponemos en su piel y lo que para nosotros es algo normal para otras personas conlleva enfrentarse a barreras difíciles de sortear y los obstáculos en una ciudad suelen ser múltiples. Una de esas barreras de las ciudades son por ejemplo la obras, lugares que no se señalizan como se debería para las personas ciegas. Roberto recuerda lo que le sucedió hace unos meses cuando en Fuentes Blancas comenzaron unas obras. Mientras paseaba por su camino habitual un obrero le avisó de que había un obstáculo con motivo de las obras que estaban realizando en el Paseo de la Quinta pero cuando Roberto y Stellar volvían el perro se equivocó – Roberto nos señala que a Steller hay que enseñarle concienzudamente los recorridos- y continuó el recorrido por otro lado con la mala suerte de que se encontró con otra obra y bajando por un camino de piedras se calló al suelo… Un golpe para Roberto que debe retumbar en los oídos de aquellas personas que deben hacer de una ciudad, un lugar accesible a todo tipo de personas.
Otra obra que hubo hace un año le obligó a ir por la vega derecha del río Arlanzón (en sentido descendente) y al cruzar la autovía no existía el típico pitido en los semáforos -a parte de ser un paso de peatones con poco tiempo para cruzar- por lo que le resultaba peligroso, ya que los perros guía y por lo tanto Steller también, no saben cuando hay q cruzar, es la persona a la que acompañan quien le tiene que dar la señal al perro para que cruce.
La gran afluencia de personas también es un gran problema y para Roberto y Stellar es una odisea cuando caminan por el paseo del Espolón de Burgos en verano o cuando va a Madrid a visitar a su hijo, ya que los lugares con gran afluencia de gente le hacen mucho más complicado transitar y Stellar tampoco va cómodo, además confiesa con una sonrisa “cuando voy con Stellar es como si fuera en un ferrari”, y cierto es, los días que acompaño a Roberto y Stellar me alejo en cierto momentos para realizar alguna fotografía y Stellar al ver como me alejo empieza a acelerar como si se tratará de un juego.
Un juego que Roberto admira es el baloncesto y en concreto es un hincha incombustible del Club Baloncesto Miraflores (San Pablo). Un hincha particular y único. El gen del baloncesto le vino hace muchos años, cuando era niño. Todo comenzó cuando le entregaron unas entradas en el colegio y fue con un amigo a ver al CB Tizona, club referente del baloncesto de la ciudad en aquella época, cuando el club militaba en Primera B (equivalente a la LEB Oro actualmente). Desde entonces el balón botaba tanto como él en la grada, canasta tras canasta, logro tras logro.
Tras irse a Madrid tuvo que conformarse con seguirlo por la prensa, radio o televisión y recuerda con gran frustración los numerosos ascensos logrados en la cancha y perdidos en los despachos. Ante estos hechos Roberto considera que la esencia del deporte se ha perdido.
Mientras la esencia del deporte se perdía Roberto también iba perdiendo la visión sin embargo cuando regresó a Burgos no dudo en volver a la grada a disfrutar del baloncesto, esta vez de la mano de un nuevo equipo, el Club Baloncesto Miraflores.
Con la vuelta de Roberto a la grada vino un nuevo socio, Stellar, su fiel perro y el responsable de guiarlo hasta su asiento en la grada H1-1 donde ambos se acomodan y viven el partido de una forma diferente. Stellar recibió un carnet de socio de honor del CB Miraflores, un aficionado único en su especie, nunca mejor dicho.
Durante el transcurso de los partidos Stellar se echa sus pequeñas siestas, alejado del barullo de la grada y de lo que en el partido sucede. Su forma de disfrutar es olfateando los bocadillos de los aficionados que le rodean, esperando con ansia que algún trozo caiga cerca de él, como cualquier perro, la comida le pierde.
Tras perder la vista, Roberto ha tenido que adaptarse para seguir viviendo el baloncesto y lo ha hecho mediante un transistor a través del cual sintoniza Radio Arlanzón. De la voz del locutor Juan Vicente Velasco escucha cómo transcurre el partido y aunque no puede verlo a Roberto lo que de verdad le apasiona es disfrutar como un niño y sentir el ambiente que se vive en el Coliseum de Burgos, cada jadeo, cada suspiro, cada aplauso, cada balón rozando la red son para él impulsos incontrolables de alegría o frustración a la que cualquier deporte nos tiene atados…
La realidad es que este deporte como tantos otros ha evolucionado mucho y se ha convertido en un negocio más, pero sus aficionados siguen siendo los mismos, gente llana que vibra con el baloncesto, viendo los colores de su equipo y el nombre de su ciudad recorriendo todo España y parte del extranjero. Una afición reconocida como una de las mejores de la Liga ACB, y que es la esencia de lo que debiera ser el deporte, cada aliento es un triple en valores y así lo reconoce Roberto que como una garganta más, canta, bota, aplaude a su equipo, ovaciona a los rivales e incluso viaja lejos de Burgos para alentar a su equipo.
La vida de Stellar es una vida de trabajo pero también de amor mutuo entre Roberto y él. A Roberto se le ilumina la cara cuando me cuenta cómo se comporta Stellar. Me cuenta cómo Stellar conoce la calle San Lorenzo por ese olor que le evoca las riquezas gastronómicas burgalesas. O cómo Stellar se plantó frente a la puerta de una pizzeria mientras caminábamos.
Un perro guía es un perro normal al que han instruido para unas ciertas tareas, pero como todo can, le gusta comer rico y contundente y Roberto nos cuenta varias anécdotas gastronómicas de Stellar. Durante las navidades del año pasado, Roberto fue a comprar algodon dulce y se sentó en un banco de la Plaza Mayor de Burgos cuando empezó a escuchar unas tímidas carcajadas de un hijo y su madre, quienes le dijeron que Stellar estaba comiendo el algodón dulce por la parte inferior y Roberto por la superior. Al ser un perro tan glotón tiene miedo de que Stellar coma algo que se encuentre en la calle y lo haya echado alguna persona desaprensiva para envenenar al perro, ya que en esta ciudad se ha dado el caso…
Como la vida de cualquier trabajador la de Stellar también tiene un final, y su jubilación llega. Ese día no es una fecha concreta depende de las condiciones en las que se encuentre, básicamente cuando empieza a guiar de forma errónea. Hay perros que llegan a trabajar hasta los diez años. Una vez que les jubilan les llevan a una residencia en Madrid pero a los perros les entra una pena enorme, asique Roberto pretende seguir compartiendo su vida con Stellar. Además me muestra su preocupación ya que sabe que cuando jubilan a un perro guía tardan cierto tiempo en concederle un perro de nuevo. Roberto mira al futuro con cierta incertidumbre, no sabe cómo de viable será vivir con dos perros, además de lo frustrante que puede ser para Stellar verse relegado como perro guía. Unido a eso están los impedimentos legales ya que el perro guía que ha sido jubilado, según la legislación actual, no puede entrar a ningún establecimiento.
A Roberto le duele pensar que ese día llegará. El cariño que se siente hacia a los compañeros de viaje como Stellar es bárbaro y si además este animal es el que te hace la vida más fácil no quiero imaginar cómo uno puede sentirse…
Uno de los momentos más difíciles de afrontar para una persona ciega que siempre se ha movido con un perro guía es cuando te haces mayor, llega una edad en la que por los impedimentos físicos que afectan a todos los mortales no les permiten moverse con un perro guía – La ONCE realiza informe de seguimiento de las condiciones psicológicas y de salud periódicamente – ya que pierden reflejos, orientación, fuerza… A partir de ese momento sólo pueden moverse mediante un bastón, algo que hoy por hoy Roberto lo ve con mucho miedo. Tal vez el futuro esté en el desarrollo tecnológico…